"José Tomás, vaya por delante – que la maledicencia taurina es inconmensurable – que me alegro de que estés vivo y recuperándote. Y soy sincero. Me satisface tanto como saber que el cerdo Quinín se libró de morir sacrificado gracias a que fue comprado a su dueño por medio de una colecta popular, o que Britches, la mona a la que le cosieron los ojos en un laboratorio de experimentación, fue liberada. Y es que no soy un especista, ¿sabes? En esta ocasión falló la pose morbosa y mediáticamente calculada, pues el pitón del toro se clavó en tu carne como tu estoque en la suya una y mil veces. Pero eres humano y por lo tanto, desplegaron el eficiente dispositivo pensado para estos casos. Así, gracias a la celeridad y a la pericia de los implicados, hoy tu sonrisa no es un rictus cadavérico. Los cientos de animales que has matado nunca tienen tanta suerte, ¿suerte o protección? Creo que la segunda, porque ellos no son racionales, como tú, sino las "bestias" destinadas con su sufrimiento a encumbrarte cual dios, cruel a mis ojos y sublime para otros, una contradicción a la que puede responder la interpretación de los toros, según sensibilidades e intereses, como simples instrumentos para generar beneficios y saciar sadismos o por el contrario, como seres brutalmente sometidos y carentes de cualquier derecho, incluso el de no ser torturados. Tú volverás a la arena, porque alcanzan una cifra insultante los euros los que caen en tu bolsillo cada vez que viertes la sangre y cercenas la vida de esas criaturas. Ya lo sé, después y muy bien asesorado, destinarás unas pocas migajas de tu brutal fortuna a obras filantrópicas, en un intento de presentarte ante la sociedad como un hombre bueno y sensible, y es que a quien es capaz de regalarle un puñado de monedas a unas ONGs ante los medios de comunicación, faltaría más, cómo se le va a reprochar causar padecimientos terribles a otros seres, ¿verdad? Me siento muy satisfecho de que en México no hayas corrido la misma suerte que todas tus víctimas, y es que por mucho que te cueste comprenderlo, cuando se entiende la muerte como un tránsito inevitable pero provoca repulsa su llegada por la intervención humana, esa postura ética incluye tanto al ejecutado como al verdugo. Por otra parte, tu presencia en la arena, es el más ilustrativo paradigma de cómo la tauromaquia se vale de la hipocresía y de las pasiones malsanas para perdurar, cual cáncer moral en una sociedad que dice haber superado el salvajismo, el oscurantismo y la perversidad. Vuelve y mata José Tomás, que de eso vives, y tus crímenes legales son la razón incontestable que nos asiste para demostrar que las corridas, constituyen actos vergonzosos origen de un dolor inútil y transmisores de ignorancia y egoísmo.
Julio Ortega Fraile"
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